Xulliastre, autor novel objetivo de Belén Esteban, (1)

Belén Esteban arremete contra el autor de la novela "noventa y 8 días orbitando Saturno"

Crónica

Tras la fortuna de haber publicado en una editorial tradicional y colocar varias docenas de ejemplares a mi círculo de influencia, me planteé seriamente la promoción de la novela conociendo que mi persona, como autor literario, era lo mismo que nada. Tenía que atacar por los flancos, buscando sinergias y plantearme retos sencillos que proporcionasen la base para ir accediendo  estratos hasta la superficie.

Empotrarse en alguna de las múltiples casetas del calendario regional de ferias del libro, parecía interesante, colocar la novela en las estanterías apoyado por la presencia del autor en una plausible firma de ejemplares tenía sentido, necesitaba contactar con las librerías expositoras de cada feria para llevar a cabo el plan, y, buscar entre ellas, las que mantuvieran una línea editorial similar a mi texto, un tratado social satírico, asocial, irreverente, cáustico, malhablado, ateo e izquierdista. Resultaba difícil encontrar un puesto con semejantes características, opté por las del final, las últimas del circuito ferial, las que comercializaban libros de tarot, autoayuda, vudú, supercherías diversas y tatuajes, donde fuí muy bien recibido.

La llegada del otoño marcó el fin de la temporada ferial, la venta de ejemplares, empujada por la llamativa portada y las obras entre la que estaba situada la mía, resultó impactante para un neófito en la materia. La primera etapa de la promoción había resultado satisfactoria, necesitaba un nuevo nicho de mercado para completar la segunda.

En un momento de lucidez producida por la ingesta de un par de combinados de ginebra, visualicé una palabra, Castilla, cuna del idioma cervantino, tierra de caballeros castellanos ilustrados, nobles, cultos, leídos, de damas adineradas, refinadas, habituadas a las letras, al matiz contenido en ellas, era perfecto, potenciales lectores a mi alcance que garantizarían la difusión de mis palabras impresas.

La incursión en aquellas tierras se presentaba compleja por la incapacidad de asumir el coste exorbitante que significaba para mis exiguas finanzas, que aunque subvencionadas con una cicatera dieta de la editorial para tales menesteres, no alcanzaba siquiera el 25% del monto estimado. Afortunadamente, en una de las ciudades elegidas para la presentación, residían unos familiares, mi prima Belén y mi primo Esteban, ambos de cuarentaitantos, al igual que yo. 
No prestaría atención a su tendencia política extrema por considerar que las posibles incompatibilidades se verían mermadas por nuestros lazos familiares, donde la sangre para tales gentes, resulta un imperativo, además, cubrir sin coste el buen yacer y el buen yantar, eran condiciones sin las cuales me resultaría imposible llevar a efecto la idea. La conveniencia de contar con la familia ayudaba también a dejar en manos del primo la elección del lugar para el evento, un sitio, que según él y su teórico conocimiento de mi persona, resultaba idóneo.
Una asociación ultraizquierdista de rancio abolengo sería la peana donde presentar la novela.


- Continuará...




- Continúa, (2)

Formalizada la fecha para el evento, solo quedaba buscar un transporte hacia Castilla y era el bus, el medio de locomoción más económico por su incomodidad, 7 horas de incomodidad.
Llegué 36 horas antes de la presentación con la intención de gestionar futuras firmas en lugares más proclives, la peana ultraizquierdista que mi primo me había proporcionado, según su criterio, no me parecía el mejor lugar, aunque la acepté aplicando la máxima, "algo es mejor que nada", además, me serviría para estudiar el pálpito de la ciudad.

Esteban esperaba en la estación de buses pese a mi negativa, invitando posteriormente a almorzar una deliciosa comida típica de la tierra. se mostró muy familiar y cercano a pesar de llevar 10 años sin hablar. La charla transcurrió amena, había sobrados temas para compartir, tantos años sin vernos, un año por otro y...

Me alojó en su casa, una regia y ocre casa adornada al estilo noble con espesos, pesados cortinajes que cubrían las ventanas, y mucha, mucha madera lustrada a la vista, habitada por su mujer, una abogada castellana de la misma edad que él experta en asuntos empresariales, posicionada naturalmente a la derecha del patrón.
Tras mostrarme una habitación, mi habitación, en 9 minutos me despedí para ubicar el local ultraizquierdista y situar mi persona en aquel escenario.

Fui bien recibido en el Tabernáculo, que aunque la definición exacta sería una tienda de reunión diseñada por Dios, en aquel caso, la tienda se había convertido en barra de bar y Dios, sustituido por Marx, sí en ambos casos la reunión era el fin,  un lugar de encuentro.

Dejé el lugar después de participar activamente, de pie y con un vaso de vino en la mano, en algún debate informal que surgía espontáneo según fuese el interlocutor y la edad del mismo. Me gustó y lo pasé bien, poseía un buen argumentario político para discutir aquellos temas, pero no la terquedad de algunos de ellos.

Ya en la calle, me dirigí a algunas direcciones facilitadas por mis promotores marxistas para comprobar su bondad en futuros eventos, resultando un par de ellas más que satisfactorias.

La tarde se esfumó rápido, las 20.30 h. de un jueves 25 de enero en Castilla no era momento para deambular a la intemperie.
Al momento, mi prima Belén, a la que todavía no había visto por doblar turno como enfermera en el hospital de la ciudad, me telefoneó con la intención de invitarme a cenar en su casa. Tenía la misma voz que 10 años atrás.

Cecina, chorizo, morcilla y una codorniz, acompañado todo ello por unas pocas hojas de lechuga aliñada para darle el aire salubre a la cena, sirvieron para ponernos al día después de los años.
Belén se había casado con un hombre del que tuvo un hijo, todos les conocían menos yo, decían de él que era un tipo normal con un gran C.I. (cociente intelectual) apostilló ella, de trabajo curioso, artesano en un taller de manualidades que malvendía en un pequeño local de un poblacho reseco a 80 kilómetros de la ciudad donde ocupaba la semana de lunes a viernes. Me interesaba aquella fórmula de convivencia matrimonial  de fines de semana pactada entre ambos, lo conocería a última hora del siguiente día, cuando cambiaba  trabajo y  pueblo por  familia.

Descansé bien, la calefacción central de la casa atemperaba el ambiente como un cálido día de primavera. Me gustaba madrugar, además, consideraba ordinario, matiz a tener en cuenta cuando te manejas con gente de buenas costumbres, levantarme después que mis anfitriones.


Continuará...





















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